ECONOMIA › TEMAS DE DEBATE: REFORMA DEL PLAN DE ESTUDIOS EN LA UNIVERSIDAD DE LA PLATA
¿Economía política o “ciencia económica”?
La doctrina neoliberal enjauló el libre pensamiento de la política económica. No sólo no ha habido una autocrítica, sino que se avanza en el intento de formar economistas menos capaces aún de descubrir las relaciones de poder.
Producción: Tomás Lukin
En contra del proceso de recuperación de la soberanía nacional, iniciado tras la gran crisis de la convertibilidad, la propuesta de reforma del plan de estudios de la carrera de la Licenciatura en Economía de la Universidad Nacional de La Plata representa un anacrónico intento de profundizar el arraigo de nichos de antidesarrollismo.
Detrás de la engañosa bandera del liberalismo, se pretende incorporar en el programa una más rigurosa matematización, derivada de abstracciones, que operan bajo supuestos simplificadores de la realidad. De ese modo, los propulsores de la reforma buscan recortar de la disciplina buena parte del contenido social, político, histórico y de los principales instrumentos metodológicos para el desarrollo de investigaciones.
La estrategia para encubrir los cambios consiste en agregar un sistema de asignaturas optativas. De un total de quince materias bajo esa nueva modalidad, los alumnos deberían aprobar diez para cumplir el programa. No obstante, de las quince materias propuestas como no obligatorias, trece de las que tienen contenidos sociales o instrumentos de investigación básicos pasarían a ese sistema, quedando sólo cuatro bajo el régimen obligatorio de veintidós materias. Además, la carrera se acortaría en casi un 10 por ciento, lo que estimularía más la realización de cursos arancelados de posgrado. Asimismo, el nuevo plan pretende seguir orientando las capacidades de los estudiantes a desarrollar el lucro privado individual, a pesar de que esa fórmula alimentó la decadencia de economía nacional.
Ahora bien, las políticas económicas neoliberales, caracterizadas por su valorización de las reglas de mercado como ordenadoras del funcionamiento de la sociedad, se impusieron en el país desde el terrorismo de Estado a mediados de los años setenta. No obstante, su estrategia fue integral; operaron, de modo simultáneo, no sólo invadiendo la “ciencia económica” (así renombraron a la economía política) sino también afectando la prensa, la cultura y la administración pública. Esas áreas fueron complementarias para cumplir los objetivos de desintegrar la industria, romper con la organización obrera, despolitizar a la sociedad, exacerbar el consumismo, promover el individualismo, controlar los recursos nacionales y desprestigiar el rol del Estado.
Lo sorprendente del poder antidesarrollista ha sido tanto el ocultamiento de las relaciones de fuerza como también el mantenimiento de su legitimidad, a pesar de su ineficacia para responder a favor de los intereses nacionales en las crisis. En efecto, mientras el país ingresaba, desde 1998, a la peor recesión de su historia, el monopólico paradigma neoliberal no era capaz de ofrecer explicaciones consistentes y propuestas de cambio que no agravaran la creciente depresión y desigualdad social.
Recién en la última fase de la crisis surgió el Plan Fénix, que constituía el primer espacio académico que, sin salirse de la lógica capitalista, trataba un plan, publicado en diciembre de 2001, de recuperación de la economía alejándose de la ortodoxia.
La consolidación del neoliberalismo se logró, principalmente, a través de la admiración a los centros de poder mundial de una academia dominante y vacía de nacionalismo. Ella desacreditó a todo aquel que se animara a desafiarla. A su vez, su lógica discriminatoria se ha ido reforzando a través de premios (becas, subsidios y pasantías) que las universidades de las naciones más desarrolladas otorgan a los graduados con mejores promedios de los países periféricos, quienes perfeccionan su estoico conocimiento en sus casas matrices.
Las inconsistencias del modelo de estudio neoliberal han fracasado también en el resto del mundo. La crisis internacional actual y los enormes costos sociales que acarrea son una clara muestra de la incapacidad de la teoría neoliberal para prevenir las crisis y diseñar políticas que las resuelvan. De hecho, hoy en el mismo mundo desarrollado se están replanteando estas cuestiones. En consecuencia, el plan de estudios propuesto revela la gran desactualización de sus impulsores.
Lamentablemente, los contenidos debatidos en la universidad platense agravarán la deshumanización del estudio de la disciplina. La doctrina neoliberal enjauló el libre pensamiento de la política económica a través del estudio encriptado de una pretendida ciencia dura. La academia está en deuda. No sólo no ha habido una autocrítica, sino que hay quienes avanzan en el intento de formar economistas menos capaces aún de descubrir las relaciones de poder. Si no los detenemos, ellos estarán más obstaculizados en el cumplimiento de su principal deber profesional: desarrollar investigaciones sobre los problemas existentes y potenciales que permitan elaborar políticas públicas que alteren relaciones de fuerza y generen cambios estructurales promotores del desarrollo.
* Economista de la Gran Makro y director de la Fundación ProTejer.
La formación en las carreras de Economía de las universidades públicas en nuestro país exige un debate. ¿Cuál ha sido el derrotero de las licenciaturas en Economía en los últimos 35 años? ¿Por qué ha sido así? ¿Las cosas cambiaron en los últimos diez años? ¿Van a cambiar? Como es sabido, el plan de la dictadura cívico-militar instaurado desde 1976 en Argentina abarcó un amplio abanico de objetivos entre los que se destacaban: la destrucción de la organización obrera, la instauración de un modelo económico liberal-rentista-financiero que abandonara la protección social estatal y la desaparición de los actores políticos que ponían en cuestionamiento el orden vigente. Las unidades académicas no fueron la excepción en esa material: numerosos profesores fueron expulsados, perseguidos, asesinados o desaparecidos mientras que los planes de estudios fueron violentamente modificados. Las otrora licenciaturas en Economía Política dejaron su lugar a las licenciaturas en Economía, a secas.
Desde ese momento, los Planes de Estudio fueron adaptándose al proyecto neoliberal eliminando progresivamente las asignaturas de carácter social y buscando la identificación de la Economía con una ciencia dura. Simultáneamente, se fueron suprimiendo las escuelas de pensamiento críticas a la visión neoliberal. Se escindió el estudio del pensamiento económico del resto de las materias “prácticas”, tales como Comercio, Desarrollo y Macroeconomía; de esta forma, las fructíferas discusiones a lo largo de la historia del pensamiento económico fueron una suerte de reducto heterodoxo mientras la “verdadera economía” se estudiaba en las materias prácticas exclusivamente a partir del enfoque neoclásico.
En los años ’90, el programa neoliberal sostenido ahora por un gobierno constitucional exigía la profundización académica de la ortodoxia económica. Fueron diez años de convertibilidad y, no casualmente, diez años de recetas con sede en Washington. Para aumentar el empleo se flexibilizó el mercado de trabajo, para mejorar la eficiencia de los servicios públicos se privatizaron casi todas las empresas estatales, para sostener el 1 a 1 se generó un endeudamiento constante que sólo podía solicitarse si se cumplía con los requerimientos del FMI de reducir el déficit, ajustando el gasto público (disminuyendo salarios y jubilaciones), etc. Estas medidas respondían al enfoque que nuestras universidades públicas se encargaban de enseñar y difundir, desligando sus nefastos resultados sociales de las insuficiencias teóricas que la teoría dominante (neoclásica) aún tiene.
El 2001 marcó una bisagra. Después de 25 años las políticas de ajuste colapsaron en Argentina. A ese coletazo se le sumó en 2008-2009 la crisis capitalista mundial más grande desde la década del ’30 del siglo pasado. Paradójicamente, la ortodoxia carece de un corpus teórico relevante y consistente para explicar la crisis, ya que supone que los mercados están en, o tienden hacia, el equilibrio. ¿Qué podrían decir estos modelos de nuestro país, uno de los laboratorios más fructíferos en materia de crisis a lo largo de sus 200 años?
¿Qué deberíamos esperar en materia académica de los últimos diez años? Caída en desgracia a partir de la crisis, la teoría neoclásica ha cedido casilleros a enfoques alternativos en varios países del Mundo y en América latina en particular. Sin embargo, los Planes de Estudio de las carreras de Economía de las universidades más importantes del país (con las excepciones de carreras que han surgido en algunas universidades del conurbano bonaerense, como, por ejemplo, Gral. Sarmiento) siguen respondiendo a las visiones neoclásicas tradicionales instauradas a sangre y fuego por la dictadura y reforzadas por el Consenso de Washington. En las carreras de Economía de universidades como La Plata, Córdoba, Rosario y Buenos Aires todavía se sigue aprendiendo –y enseñando– que la Argentina debe “especializarse” en la producción de materias primas e importar bienes industriales, que es imperativo privatizar las empresas públicas y flexibilizar el “mercado de trabajo”. Suena insólito.
Actualmente, la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de La Plata se dispone a modificar sus planes de estudio, incluido el de su Licenciatura en Economía. La propuesta consiste en reducir el número de materias (de 35 a 32), hacer optativas a (casi) todas las asignaturas sociales (Historia del Pensamiento Económico, Historia Latinoamericana) y garantizar una trayectoria de “asignaturas neoclásicas por definición” (la llamada “Teoría de los Juegos” y todas las sucesivas microeconomías subsiguientes). Como se observa, se prevé una intensificación de la formación neoclásica entendida como la “verdadera economía” en desmedro de las múltiples visiones de las demás corrientes teóricas (keynesianismo, marxismo, regulacionismo, estructuralismo, etc.).
La crisis internacional y los desastres sociales causados por las recetas neoliberales en países como la Argentina y, más recientemente, Grecia y España, obligan a que este reducto académico aún ligado a los preceptos que fueron furor hace 15 años, cambie. Tanto por reparación histórica como por necesidad de formar profesionales que incorporen diversas visiones del mundo y de la Economía Política, las licenciaturas en Economía deben renegar de la actual enseñanza dogmática y proponerse avanzar en una formación que responda a las necesidades de su sociedad.
* Equipo de Economía Política del Centro de Estudios para el Cambio Social e integrantes de la Agrupación Unidad de Graduados de Económicas (UNLP).
La deshumanización
Por Mariano Kestelboim *
En contra del proceso de recuperación de la soberanía nacional, iniciado tras la gran crisis de la convertibilidad, la propuesta de reforma del plan de estudios de la carrera de la Licenciatura en Economía de la Universidad Nacional de La Plata representa un anacrónico intento de profundizar el arraigo de nichos de antidesarrollismo.
Detrás de la engañosa bandera del liberalismo, se pretende incorporar en el programa una más rigurosa matematización, derivada de abstracciones, que operan bajo supuestos simplificadores de la realidad. De ese modo, los propulsores de la reforma buscan recortar de la disciplina buena parte del contenido social, político, histórico y de los principales instrumentos metodológicos para el desarrollo de investigaciones.
La estrategia para encubrir los cambios consiste en agregar un sistema de asignaturas optativas. De un total de quince materias bajo esa nueva modalidad, los alumnos deberían aprobar diez para cumplir el programa. No obstante, de las quince materias propuestas como no obligatorias, trece de las que tienen contenidos sociales o instrumentos de investigación básicos pasarían a ese sistema, quedando sólo cuatro bajo el régimen obligatorio de veintidós materias. Además, la carrera se acortaría en casi un 10 por ciento, lo que estimularía más la realización de cursos arancelados de posgrado. Asimismo, el nuevo plan pretende seguir orientando las capacidades de los estudiantes a desarrollar el lucro privado individual, a pesar de que esa fórmula alimentó la decadencia de economía nacional.
Ahora bien, las políticas económicas neoliberales, caracterizadas por su valorización de las reglas de mercado como ordenadoras del funcionamiento de la sociedad, se impusieron en el país desde el terrorismo de Estado a mediados de los años setenta. No obstante, su estrategia fue integral; operaron, de modo simultáneo, no sólo invadiendo la “ciencia económica” (así renombraron a la economía política) sino también afectando la prensa, la cultura y la administración pública. Esas áreas fueron complementarias para cumplir los objetivos de desintegrar la industria, romper con la organización obrera, despolitizar a la sociedad, exacerbar el consumismo, promover el individualismo, controlar los recursos nacionales y desprestigiar el rol del Estado.
Lo sorprendente del poder antidesarrollista ha sido tanto el ocultamiento de las relaciones de fuerza como también el mantenimiento de su legitimidad, a pesar de su ineficacia para responder a favor de los intereses nacionales en las crisis. En efecto, mientras el país ingresaba, desde 1998, a la peor recesión de su historia, el monopólico paradigma neoliberal no era capaz de ofrecer explicaciones consistentes y propuestas de cambio que no agravaran la creciente depresión y desigualdad social.
Recién en la última fase de la crisis surgió el Plan Fénix, que constituía el primer espacio académico que, sin salirse de la lógica capitalista, trataba un plan, publicado en diciembre de 2001, de recuperación de la economía alejándose de la ortodoxia.
La consolidación del neoliberalismo se logró, principalmente, a través de la admiración a los centros de poder mundial de una academia dominante y vacía de nacionalismo. Ella desacreditó a todo aquel que se animara a desafiarla. A su vez, su lógica discriminatoria se ha ido reforzando a través de premios (becas, subsidios y pasantías) que las universidades de las naciones más desarrolladas otorgan a los graduados con mejores promedios de los países periféricos, quienes perfeccionan su estoico conocimiento en sus casas matrices.
Las inconsistencias del modelo de estudio neoliberal han fracasado también en el resto del mundo. La crisis internacional actual y los enormes costos sociales que acarrea son una clara muestra de la incapacidad de la teoría neoliberal para prevenir las crisis y diseñar políticas que las resuelvan. De hecho, hoy en el mismo mundo desarrollado se están replanteando estas cuestiones. En consecuencia, el plan de estudios propuesto revela la gran desactualización de sus impulsores.
Lamentablemente, los contenidos debatidos en la universidad platense agravarán la deshumanización del estudio de la disciplina. La doctrina neoliberal enjauló el libre pensamiento de la política económica a través del estudio encriptado de una pretendida ciencia dura. La academia está en deuda. No sólo no ha habido una autocrítica, sino que hay quienes avanzan en el intento de formar economistas menos capaces aún de descubrir las relaciones de poder. Si no los detenemos, ellos estarán más obstaculizados en el cumplimiento de su principal deber profesional: desarrollar investigaciones sobre los problemas existentes y potenciales que permitan elaborar políticas públicas que alteren relaciones de fuerza y generen cambios estructurales promotores del desarrollo.
* Economista de la Gran Makro y director de la Fundación ProTejer.
El colmo de las licenciaturas
Por Centro de Estudios para el Cambio Social *
La formación en las carreras de Economía de las universidades públicas en nuestro país exige un debate. ¿Cuál ha sido el derrotero de las licenciaturas en Economía en los últimos 35 años? ¿Por qué ha sido así? ¿Las cosas cambiaron en los últimos diez años? ¿Van a cambiar? Como es sabido, el plan de la dictadura cívico-militar instaurado desde 1976 en Argentina abarcó un amplio abanico de objetivos entre los que se destacaban: la destrucción de la organización obrera, la instauración de un modelo económico liberal-rentista-financiero que abandonara la protección social estatal y la desaparición de los actores políticos que ponían en cuestionamiento el orden vigente. Las unidades académicas no fueron la excepción en esa material: numerosos profesores fueron expulsados, perseguidos, asesinados o desaparecidos mientras que los planes de estudios fueron violentamente modificados. Las otrora licenciaturas en Economía Política dejaron su lugar a las licenciaturas en Economía, a secas.
Desde ese momento, los Planes de Estudio fueron adaptándose al proyecto neoliberal eliminando progresivamente las asignaturas de carácter social y buscando la identificación de la Economía con una ciencia dura. Simultáneamente, se fueron suprimiendo las escuelas de pensamiento críticas a la visión neoliberal. Se escindió el estudio del pensamiento económico del resto de las materias “prácticas”, tales como Comercio, Desarrollo y Macroeconomía; de esta forma, las fructíferas discusiones a lo largo de la historia del pensamiento económico fueron una suerte de reducto heterodoxo mientras la “verdadera economía” se estudiaba en las materias prácticas exclusivamente a partir del enfoque neoclásico.
En los años ’90, el programa neoliberal sostenido ahora por un gobierno constitucional exigía la profundización académica de la ortodoxia económica. Fueron diez años de convertibilidad y, no casualmente, diez años de recetas con sede en Washington. Para aumentar el empleo se flexibilizó el mercado de trabajo, para mejorar la eficiencia de los servicios públicos se privatizaron casi todas las empresas estatales, para sostener el 1 a 1 se generó un endeudamiento constante que sólo podía solicitarse si se cumplía con los requerimientos del FMI de reducir el déficit, ajustando el gasto público (disminuyendo salarios y jubilaciones), etc. Estas medidas respondían al enfoque que nuestras universidades públicas se encargaban de enseñar y difundir, desligando sus nefastos resultados sociales de las insuficiencias teóricas que la teoría dominante (neoclásica) aún tiene.
El 2001 marcó una bisagra. Después de 25 años las políticas de ajuste colapsaron en Argentina. A ese coletazo se le sumó en 2008-2009 la crisis capitalista mundial más grande desde la década del ’30 del siglo pasado. Paradójicamente, la ortodoxia carece de un corpus teórico relevante y consistente para explicar la crisis, ya que supone que los mercados están en, o tienden hacia, el equilibrio. ¿Qué podrían decir estos modelos de nuestro país, uno de los laboratorios más fructíferos en materia de crisis a lo largo de sus 200 años?
¿Qué deberíamos esperar en materia académica de los últimos diez años? Caída en desgracia a partir de la crisis, la teoría neoclásica ha cedido casilleros a enfoques alternativos en varios países del Mundo y en América latina en particular. Sin embargo, los Planes de Estudio de las carreras de Economía de las universidades más importantes del país (con las excepciones de carreras que han surgido en algunas universidades del conurbano bonaerense, como, por ejemplo, Gral. Sarmiento) siguen respondiendo a las visiones neoclásicas tradicionales instauradas a sangre y fuego por la dictadura y reforzadas por el Consenso de Washington. En las carreras de Economía de universidades como La Plata, Córdoba, Rosario y Buenos Aires todavía se sigue aprendiendo –y enseñando– que la Argentina debe “especializarse” en la producción de materias primas e importar bienes industriales, que es imperativo privatizar las empresas públicas y flexibilizar el “mercado de trabajo”. Suena insólito.
Actualmente, la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de La Plata se dispone a modificar sus planes de estudio, incluido el de su Licenciatura en Economía. La propuesta consiste en reducir el número de materias (de 35 a 32), hacer optativas a (casi) todas las asignaturas sociales (Historia del Pensamiento Económico, Historia Latinoamericana) y garantizar una trayectoria de “asignaturas neoclásicas por definición” (la llamada “Teoría de los Juegos” y todas las sucesivas microeconomías subsiguientes). Como se observa, se prevé una intensificación de la formación neoclásica entendida como la “verdadera economía” en desmedro de las múltiples visiones de las demás corrientes teóricas (keynesianismo, marxismo, regulacionismo, estructuralismo, etc.).
La crisis internacional y los desastres sociales causados por las recetas neoliberales en países como la Argentina y, más recientemente, Grecia y España, obligan a que este reducto académico aún ligado a los preceptos que fueron furor hace 15 años, cambie. Tanto por reparación histórica como por necesidad de formar profesionales que incorporen diversas visiones del mundo y de la Economía Política, las licenciaturas en Economía deben renegar de la actual enseñanza dogmática y proponerse avanzar en una formación que responda a las necesidades de su sociedad.
* Equipo de Economía Política del Centro de Estudios para el Cambio Social e integrantes de la Agrupación Unidad de Graduados de Económicas (UNLP).
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