Por Facundo Barrera (EEP-UNLP)
Publicado en el diario BAE el viernes 06/05/2011
Durante los años sesenta y setenta, existió una corriente importante de docentes, pero también de estudiantes, que bregó por el carácter no dogmático de la enseñanza y el aprendizaje crítico. Tal vez, el ejemplo más paradigmático se haya visto en la Universidad Nacional del Sur (UNS), donde en el año 1971 una comisión de estudiantes y docentes elaboró un plan de estudios que buscaba “crear una nueva escuela, formar economistas creativos que puedan hacer aportes a la transformación social (no estar pendientes sólo de que puedan insertarse en el mercado laboral o en programas de postgrado), y orientados especialmente al abordaje de los problemas del subdesarrollo”.
Sin embargo, lo sucedido en la UNS no fue una experiencia aislada. En tiempos en los que los graduados de la carrera eran “Licenciados en Economía Política”, en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires (UBA) existía una importante efervescencia de la economía heterodoxa. Las teorías ricardianas y sraffianas tuvieron amplia difusión en las materias que se ocupaban de tópicos de crecimiento o comercio internacional; y los contenidos marxistas, junto con aquellos correspondientes a la teoría de la dependencia, también se encontraban presentes en los programas de estudio. Situaciones similares se experimentaban en la Universidad Nacional de Río Cuarto, en la Universidad Nacional del Comahue o en la Universidad Nacional de La Plata.
Las décadas que siguieron a la intervención militar y, en particular, la reconfiguración de las políticas económicas y sociales bajo los lineamientos impulsados por el Consenso de Washington durante los años noventa, también repercutieron sobre las Universidades. Con el auge del neoliberalismo, la UBA inició el proceso de reformas que dio como resultado el recorte de contenidos vinculados con “lo social” y una fuerte presencia de materias de corte ortodoxo y herramental matemático. En La Plata, la historia no fue distinta, tendiendo a “mejorar la aplicabilidad de instrumentos para permitir un producto –egresado- más eficiente” según recita el documento de reforma de plan de estudios de 1992, se excluyeron materias como Geografía Económica General y de América Latina y Argentina, e Investigación Operativa.
Pero la historia parece no terminar allí. Luego de haber vivenciado una de las crisis económicas más profundas desde la década del ´30, y a pesar de los horrores económico-sociales que desencadenaron los sucesos de diciembre de 2001, las autoridades del Departamento de Economía de la UNLP se disponen en estos momentos a avanzar con una reforma que recorta los contenidos (de 35 se pasa a 32 materias), vuelve optativas prácticamente todas las materias del campo de las ciencias sociales (y propone sean cursadas en otras Facultades), mientras profundiza el carácter neoclásico, unilateral del plan, con materias como Teoría de los Juegos e Información, Finanzas Corporativas. Todo esto, sin la participación de la amplia mayoría de los involucrados/as, ya que sólo fue discutido (aunque no en todos los casos) con los titulares de las actuales materias.
Sin embargo, aunque las autoridades de económicas de la UNLP no lo registren, estas ideas son cada vez más impopulares en nuestra sociedad. No concebiremos la posibilidad de seguir reproduciendo la estrechez de visión y contenidos, formando graduados acríticos que piensen la carrera como el aprendizaje de técnicas de manejo de la “cosa pública” y del beneficio personal. Pretendemos una enseñanza que logre explicar las problemáticas de nuestra economía, los pesares de nuestro Pueblo; queremos docentes, graduados/as y estudiantes comprometidos con la realidad.
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