lunes, 7 de noviembre de 2011

El oscurantismo que rige hoy la enseñanza de Economía

Reproducimos a continuación tres notas aparecidas en las últimas semanas en Clarín, La Nación y la respuesta que a la editorial de este último periódico dio el Profesor Rolando Astarita.

http://rolandoastarita.wordpress.com/2011/10/21/el-diario-la-nacion-y-ensenanza-de-economia/

El diario “La Nación” y la enseñanza de Economía

Con el título de “El oscurantismo K”, La Nación acaba de publicar un editorial dedicado a criticar la propuesta -del ministro de Economía, Amado Boudou; del viceministro Robert Feletti y de agrupaciones estudiantiles kirchneristas- de incorporar la enseñanza de Keynes y Marx en los planes de estudio en las facultades de Ciencias Económicas (La Nación, 21/10/11). En esta nota analizo los argumentos presentados por el diario, para luego sacar algunas conclusiones.
Los argumentos
La editorial comienza planteando que las propuestas de Boudou, Feletti y las agrupaciones estudiantiles K “nos retrotraen a viejas épocas que creíamos superadas”, en las cuales “determinados libros y autores estaban lisa y llanamente prohibidos en los distintos niveles educativos”; señala por eso que están destinadas a “la utopía de generar un mensaje único”. Apunta que lo que propone Boudou va en contra de lo que él mismo gozó en la institución en la que estudió, CEMA, donde “no cabe dudas de que tuvo la oportunidad de estudiar un amplio arco de pensadores económicos”. También señala que en las agrupaciones estudiantiles K “se ha dejado trascender el deseo de que el estudio de las teorías clásicas se limite a Karl Marx y a John Keynes”, para dejar de lado a los exponentes de las corrientes liberales (von Mieses, Hayek o Friedman). Lo cual, añade, es un indudable “resabio de autoritarismo”, “propio de prácticas fascistas”, que sólo generará “pauperización intelectual”. En definitiva, todo esto obedecería al interés de convertir a las universidades argentinas en “agentes propagandísticos”; de imponerse este proyecto de reforma, añade, sólo es de esperar “tiempos de oscurantismo y proyectos hegemónicos”.
Ocultamiento y mentira
Comencemos señalando que el reclamo por la modificación de los planes de estudio de Economía es de larga data e involucra a sectores mucho más amplios que el comprendido por los funcionarios, economistas y estudiantes partidarios del gobierno. Cualquiera que tenga un conocimiento siquiera superficial de lo que sucede en las facultades de Economía, sabe que son muchas las agrupaciones estudiantiles y docentes, que desde hace años están pidiendo cambios. Incluso en los últimos años han tomado cada vez más envergadura las Jornadas de Economía Crítica, que reúnen a cientos de estudiantes y docentes, en las cuales se presentan docenas de trabajos de investigación, realizados desde enfoques no neoclásicos. La Nación oculta deliberadamente este dato a sus lectores, para reducir el pedido a una aspiración K.
En segundo lugar, el diario de los Mitre falta a la verdad cuando dice que lo que se busca es limitar el estudio de las teorías clásicas a Karl Marx y John Keynes. Hasta donde alcanza mi conocimiento, todas las propuestas lo único que piden es que se incorporen a estos autores, y otros heterodoxos, a los programas de estudio. O, en todo caso, que se abra la posibilidad de que haya cátedras en que se presente a los alumnos estos enfoques. Nadie dice que no se enseñe a Friedman, o Hayek. Si se trata de economistas que han sido pilares de la ideología dominante contemporánea, no hay que dejar de leerlos (esto les puede parecer extraño a los neoclásicos y otros reaccionarios; he conocido a muchos que rechazan a Marx, pero nunca lo estudiaron). Lo que se está pidiendo es que se dé a los estudiantes la oportunidad de comparar teorías, para que cada uno tenga la oportunidad de hacerse su propio juicio. ¿A esto le llama La Nación “proyecto oscurantista y autoritario”?
En tercer lugar, el editorial de marras sostiene que en CEMA, y en general en las facultades de Economía, los alumnos tienen oportunidad de estudiar un amplio abanico de pensadores, y que de esta manera se fomenta el espíritu crítico. Pues bien, nada más alejado de la verdad. Un estudiante que se forma en CEMA, y en muchas otras facultades de Economía, puede transcurrir toda su carrera no sólo sin haber leído a Marx, sino tampoco a Keynes o Kalecki, para mencionar sólo a dos de los economistas que más influyeron en el siglo XX. De manera autoritaria, en muchísimas facultades se ha establecido que lo que pudieron haber dicho estos economistas, u otros heterodoxos, no vale la pena de ser estudiado. Subrayo: ni siquiera se brinda al estudiante la posibilidad de decidir qué es lo que le convence. Presento algunos ejemplo, muy sencillos, que cualquier alumno o egresado podrá reconocer.
Tomemos el caso del salario. En el curso normal de micro se explica que el salario es igual a la productividad marginal del trabajo, como si fuera una verdad sin discusión. En ningún momento se brinda al estudiante la oportunidad de comparar esta tesis con la que dice que el salario es el pago de la fuerza de trabajo, y que por lo tanto se relaciona con la canasta de bienes de subsistencia. Tampoco se le estimula a comprobar si los salarios, en el mundo real, se abonan según la productividad marginal; los estudios que ponen en cuestión la tesis, ni siquiera se mencionan. Asimismo, jamás se problematizan los supuestos subyacentes; por ejemplo, que no debe haber rendimientos crecientes a escala, porque de lo contrario la tesis es lógicamente incoherente. Es la forma de hacer pasar la idea de “salarios = productividad marginal del trabajo”.
Veamos ahora la teoría neoclásica del capital. Cualquier persona que tenga una cultura media en economía, sabe que esta teoría fue criticada en sus fundamentos por los llamados keynesianos de Cambridge (verDificultades). Al día de hoy estas críticas no han podido ser respondidas. Sin embargo, en los cursos de microeconomía dominados por los neoclásicos no se menciona la crítica. Solo en algunos cursos de crecimiento (y con suerte) los estudiantes recibirán alguna información sobre el asunto. Los que ven micro y macro en las carreras de Administración, y similares, ni siquiera tendrán el olor de la crítica. He conocido docentes de micro que me pedían que, por favor, no enseñara la crítica de Cambridge porque “se me arma lío en la clase”. Por eso, esta polémica se ha barrido debajo de la alfombra, y así se mantiene hasta hoy. Joan Robinson hace más de medio siglo decía que los estudiantes se recibían de economistas sin haberse cuestionado nunca en qué se mide el capital. No hay motivos para cambiar el diagnóstico, por lo menos en lo que respecta a una enorme cantidad de facultades, entre ellas el CEMA.
Pongo ahora el ejemplo de Keynes. A pesar de que se habla a cada rato de economía keynesiana, la mayoría de los estudiantes no conoce la Teoría General, sino lo que los manuales de macroeconomía dicen que dijo Keynes en ese libro. ¿Y qué dicen los manuales? Pues que la Teoría General está resumida en el modelo IS-LM, elaborado por John Hicks. Sin embargo, una importante corriente, conformada por los economistas poskeynesianos, sostiene que el contenido de la Teoría General no está reflejado en el modelo IS-LM, y que es necesario volver al libro de Keynes. Pero esta corriente nunca se presenta. También se oculta que el propio Hicks ha reconocido, en los años 80, que el IS-LM no representa el verdadero pensamiento de Keynes.
Doy ahora un último ejemplo, aunque podría citar decenas. En los cursos de macroeconomía se presenta la teoría de la paridad de intereses descubierta (en ausencia de riesgo, los rendimientos de los depósitos en diferentes países, medidos en una misma moneda, deben igualarse), como si fuera la cosa más normal del mundo. Jamás se dice que esta idea ha sido criticada por muchos autores (kaleckianos, poskeynesianos, marxistas) y apenas se menciona que tampoco se comprueba en la práctica. Los propios neoclásicos reconocen que esto es así, pero eso queda para papers, porque en los manuales el asunto pasa desapercibido.
En definitiva, no hay ningún afán de abrir las cabezas al pensamiento crítico en las carreras dominadas por los neoclásicos. Es el pensamiento único, llevado al extremo. Personalmente, pienso que el objetivo es ocultar las relaciones sociales subyacentes, que están en el origen de las crecientes desigualdades sociales, de las crisis recurrentes, o la desocupación; fenómenos todos que acompañan a la historia del sistema capitalista. Lo importante, sin embargo, es que ni siquiera se quiere dar la oportunidad de que la gente escuche y pueda considerar esta idea. Esto es lo que reivindica el diario La Nación. Presentar autores y corrientes diversas, cruzar pensamientos críticos, es oscurantismo y fascismo. Curioso criterio el de estos demócratas.
Insatisfacción más allá de las fronteras
Lo que ha motivado el pedido de cambios y apertura es un estado de amplia insatisfacción de los estudiantes con lo que se les está enseñando. Cada vez más, hay conciencia de que lo que se dice en los cursos neoclásicos tiene poco que ver con el mundo real. Por ejemplo, el modelo de equilibrio general de Debreu parte del supuesto de una sociedad en la que todos somos propietarios por igual de los medios de producción, y donde, de hecho, no hay lugar para el dinero, ni la incertidumbre. ¿Qué tiene que ver esto con la sociedad en que vivimos? Nada que ver. Pero se trata de un premio Nobel de Economía, que ha elaborado uno de los modelos fundacionales de todo lo que viene luego, y por consiguiente se lo enseña como verdad “consagrada”. Por eso, es natural que la gente se pregunte para qué se le está enseñando esto, sin siquiera darle la oportunidad de enterarse de que existe algo distinto. Es que sólo en algún curso remoto (y a veces ni siquiera) de “Historia del pensamiento económico”, se podrá acercar a alguna visión alternativa. Pero ésta será siempre presentada como una curiosidad. La idea  instalada es que la “verdadera ciencia” es la que se enseña en los manuales establecidos. Claro que cuando estallan las crisis; o cuando los problemas de la desocupación, de la creciente desigualdad social, del pauperismo, etc., persisten y se profundizan, se intensifican los cuestionamientos a la doctrina establecida. Cada vez más se evidencia que se enseñan abstracciones, que poco tienen que ver con los seres humanos reales, de carne y hueso. Por este motivo, no es de extrañar que también en otros países surgieran movimientos críticos. Entre ellos, menciono la carta que hace unos años firmaron los estudiantes de Cambridge (“Apertura de la economía: una propuesta de los estudiantes de Cambridge”). En ella, los firmantes denunciaban que la economía está monopolizada “por un único enfoque en lo que respecta a la explicación científica y al análisis de los fenómenos económicos”, caracterizado por métodos de razonamiento formal cuyos fundamentos y aplicabilidad al mundo real deberían ser materia de discusión. Denunciaban también que los enfoques alternativos al oficial son marginados en la enseñanza, y pedían que se enseñaran con la misma profundidad y amplitud que se hace con el mainstream. Para el diario La Nación, semejante carta sería una prueba del anhelo de pauperización intelectual de los estudiantes de Cambridge. En mi modesta opinión, es un elemental pedido de democratización, condición ineludible para que haya ciencia y riqueza de pensamiento crítico.




http://www.lanacion.com.ar/1416504-el-oscurantismo-k

Editorial I

El oscurantismo K

El ministro Boudou y otros representantes del kirchnerismo han propuesto un insólito recorte en planes de estudios universitarios
Algunas propuestas de funcionarios del gobierno nacional que ocupan importantes candidaturas a cargos electivos sorprenden poderosamente y nos retrotraen a viejas épocas que muchos creíamos superadas.
Concretamente, nos llevan a los lejanos tiempos en que los alumnos y docentes de la escuela primaria se hallaban obligados a trabajar con libros que exaltaban las figuras de Juan Domingo Perón y Eva Duarte, o a las épocas dictatoriales en las que determinados libros y autores estaban lisa y llanamente prohibidos en los distintos niveles educativos.
Aunque parezca increíble, la llamada batalla cultural que promueven sectores del kirchnerismo y el culto a la personalidad de su líder nos están trayendo casi en forma continua renovados ejemplos de una lamentable tendencia, asociada con el autoritarismo y con la utopía de generar un mensaje único.
Días atrás, nada menos que el ministro de Economía y candidato a vicepresidente de la Nación, Amado Boudou, se pronunció en favor de modificar los planes de estudio en las facultades nacionales de Ciencias Económicas. Por cierto, nadie puede oponerse a que esos planes se actualicen permanentemente. Sólo que Boudou consideró que había que cambiarlos por considerar que los actuales "son parte de una dominación neoliberal", dirigidos a que "el pueblo no piense y compre lo que diga el Fondo Monetario Internacional".
Boudou olvida que realizó su formación económica fundamentalmente en el CEMA, donde no cabe duda de que tuvo la oportunidad de estudiar un amplio arco de pensadores económicos. Si no lo hubiera hecho no tendría ahora siquiera la posibilidad de advertir la aparente superioridad de sus más recientes efusiones ideológicas sobre los clásicos o los liberales.
El viceministro de Economía y candidato a diputado nacional, Roberto Feletti, amplió ese diagnóstico, al señalar que "así como este gobierno rompió la masa mediática, también debemos romper la masa académica", al justificar la necesidad de "una urgente reformulación" de los planes de estudio de las carreras de Ciencias Económicas.
Por si esto fuera poco, en agrupaciones estudiantiles ligadas al kirchnerismo se ha dejado trascender el deseo de que el estudio de las teorías clásicas se limite a Karl Marx y a John Keynes. Se dejaría así de lado a los exponentes de las corrientes liberales, como Ludwig von Mieses, Friedrich von Hayek o Milton Friedman. Del mismo modo, han propuesto incorporar a los programas de estudios el denominado "modelo de acumulación con inclusión social", adoptado por el kirchnerismo.
Excluir a pensadores clásicos reconocidos mundialmente por motivaciones ideológicas constituye un inexplicable resabio autoritario en pleno siglo XXI, propio de prácticas fascistas, además de un factor que sólo generará una pauperización intelectual.
Considerar que los planes de estudio pueden constituir en la actualidad "instrumentos de dominación del neoliberalismo" en un contexto mundial en el que, más allá del siempre latente debate entre ortodoxos y heterodoxos, nadie puede considerar que existe una única salida frente a una crisis global, resulta una verdadera falacia. También implica un menosprecio a los numerosos docentes de las casas de altos estudios en economía que, más allá de sus convicciones ideológicas, bregan día tras día por fomentar el espíritu crítico impartiendo conocimientos en un marco de pluralismo y de interdependencia social.
Si la idea es convertir a las universidades argentinas en agentes propagandísticos, ocultando aquellas obras bibliográficas que vayan en sentido contrario al deseado por una fracción política, sólo pueden esperarnos tiempos de oscurantismo y proyectos hegemónicos.




http://www.clarin.com/opinion/economia-rechaza-pensamiento-unico_0_575942480.html

La economía rechaza el pensamiento único

20/10/11 La pretensión de que las ciencias sociales y los modelos económicos deben reflejar relaciones de poder y dominación abre las puertas a una ofensiva dogmática y oscurantista.
La crisis, que amenaza reemerger a ambos lados del Atlántico, no sólo afectó severamente la marcha de la economía mundial. También impactó sobre las percepciones sociales del funcionamiento de la economía y está induciendo una revisión de las teorías económicas predominantes, especialmente en la macroeconomía y las finanzas, así como un intenso debate sobre cómo debe enseñarse economía en las universidades. Este proceso de revisión es ciertamente necesario y sólo cabe lamentar que hiciera falta semejante colapso para propiciarlo.
La ortodoxia afirma la eficiencia urbi et orbe de los mercados y la necesidad de un estado mínimo que no los entorpezca. También sostiene que crecimiento y desarrollo son la misma cosa, y que la distribución del ingreso no es resultado de un proceso conflictivo, a la vez económico y político, sino una resultante de la dotación relativa de factores (capital, trabajo, tierra), la tecnología disponible y las preferencias individuales. Quienes desde hace muchos años defendemos en el ámbito académico argentino otros enfoques, inspirados en las ideas keynesianas, en el estructuralismo latinoamericano o en otras escuelas de pensamiento, no podemos menos que celebrar la apertura de este debate.
En nuestro país su inicio coincide con el comienzo de un proceso de reforma de los programas de las carreras de economía en algunas de las universidades públicas más importantes en este campo, entre ellas la UBA y la UNLP. Esto no puede ser más oportuno, ya que es mucho lo que puede mejorarse.
Pero para que ello ocurra, el proceso no debe manipularse buscando imponer la enseñanza de un nuevo pensamiento único, el así llamado “modelo de acumulación con inclusión social” , en lugar del viejo pensamiento neoliberal que presuntamente dominaría la formación de economistas en nuestro país.
El peligro de una ofensiva oscurantista no es mera fantasía, a juzgar por recientes expresiones del ministro de Economía Boudou, quien recientemente afirmó en un encuentro de la graN maKro (agrupación de economistas kirchneristas), que los planes de estudio existentes “han sido parte de una herramienta de dominaciónpara que los pueblos no puedan pensar por sí mismos” y que “la economía se trata de una ciencia social, y como tal debería reflejar las relaciones de poder entre los distintos actores sociales”. En el mismo encuentro el Viceministro Feletti sostuvo que “así como se rompió la masa mediática hay que romper la masa académica”.
En verdad, si hay algo que la crisis global volvió a evidenciar, es que la economía conforma un sistema evolutivo y complejo, sólo muy imperfectamente predecible. Es por ello que la ciencia económica sencillamente no puede ofrecer un modelo unificado y “verdadero” del funcionamiento de la economía. Admitiendo esas limitaciones, su norte no debe ser conquistar una quimérica verdad absoluta, sino aproximarse a verdades que serán siempre parciales y provisorias , en base a una práctica sustentada en el análisis riguroso, la confrontación de la teoría con la evidencia disponible y el debate serio pero respetuoso entre interpretaciones divergentes.
Del mismo modo, debe reconocerse que la disciplina no puede ofrecerle a la política económica soluciones infalibles. Más modesta, su meta debe ser brindarle criterios orientativos consistentes, que complementados con el conocimiento detallado de la estructura institucional y con el aprendizaje resultante de la práctica en el mundo real, permitan tomar decisiones fundamentadas.
Admitir estas limitaciones de la disciplina significa desconfiar de certezas pretendidamente científicas como el dogma anti-intervencionista difundido por el Consenso de Washington en los noventas, que no era más que un pastiche de lugares comunes.
En esa perspectiva, la diversidad de enfoques no debería percibirse como debilidad sino como fortaleza. Tal como afirmaba Keynes en una carta a Roy Harrod de 1938, “… La economía es una ciencia que combina la formulación de modelos, con el arte de elegir entre modelos que son relevantes para el mundo contemporáneo. Está obligada a ello porque a diferencia de las ciencias naturales, en muchos aspectos sustantivos su objeto tiende a modificarse a través del tiempo …” Desde el punto de vista de la enseñanza, desarrollar esta habilidad en los estudiantes no consiste en enseñarles a utilizar un único tipo de modelos, sino en ayudarlos a entender e interpretar una amplia gama de modelos, además de enseñarles historia económica y del pensamiento, y cómo funcionan las instituciones.
Eso no significa, sin embargo, aceptar que cualquier modelo es plausible y que su elección depende de los intereses que se defiendan.
Mucho menos, que pueden ignorarse las restricciones de presupuesto y los dilemas que una sociedad debe enfrentar para administrar la escasez, y que basta la voluntad política para impulsar el desarrollo sostenido.
Esta postura no es otra cosa que pensamiento mágico.
Si todo esto es cierto, sólo podrán formarse buenos economistas en un ámbito donde se incentive el rigor analítico, pero en el que a la vez se promueva el espíritu crítico y no se coarte el debate académico descalificando a quienes no piensen como el oficialismo de turno.

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